Los retratos de Manuel B. Cossío (1908) y
Francisco Giner de los Ríos (1915) que Joaquín Sorolla pintó y regaló a Cossío, salieron de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) durante la guerra civil y acompañaron a Natalia
Cossío y Alberto Jiménez Fraud a su exilio en Oxford. Tras décadas fuera de España, los cuadros han regresado
gracias a un acuerdo de las herederas con la ILE y el Museo del Prado. El retrato de Giner ha sido adquirido
por la Institución y el de Cossío por el Prado, que ha llevado a cabo la restauración de ambos. Los
lienzos se pueden ver hasta el 18 de junio de 2023 en la exposición Retratos de Joaquín Sorolla
(1863-1923) en el Museo del Prado, dedicada al pintor valenciano con motivo del centenario
de su fallecimiento, y que se inauguró el 21 de diciembre con la presencia de, entre otros, el presidente del
Patronato del Museo del Prado, Javier Solana, su director, Miguel Falomir, el comisario de la muestra, Javier
Barón, y José García-Velasco, presidente de la Institución Libre de Enseñanza. Una vez se cierre la
exposición, el retrato de Cossío se exhibirá de manera permanente en una de las salas del museo. El de Giner
se conservará en la ILE.
Historia de dos retratos
Es alrededor de 1915 y en la
foto se ve una sala de la ILE en la que hay libros, cerámicas, plantas y un piano sobre el que cuelga el
retrato de Francisco Giner de los Ríos pintado por Sorolla. El fundador de la ILE aparece sentado y con las
manos apoyadas en las rodillas. En una esquina del lienzo se lee: «A mi buen amigo Cossío». A la muerte de
Giner, el artista se lo había regalado a su discípulo más destacado, Manuel Bartolomé Cossío, al que Sorolla
también había retratado en 1908 con gabán oscuro, gesto sereno y El caballero de la mano en el pecho
del Greco a la espalda. No era casual: ese mismo año, el historiador del Arte y continuador del proyecto
modernizador institucionista había publicado la primera gran monografía dedicada al pintor de Toledo. Cossío
fue miembro del primer Patronato del Museo del Prado y allí permanecerá ahora su retrato recuperado. El de
Giner vuelve a su casa, aunque no sea para colgar encima de un piano.